Autor: José Luis Flores
Categoría: Infancia
El
motor del generador comienza a rugir más fuerte unas horas antes de
que llegue la oscuridad, debe haber luz por la noche, es que la Casa
tiene miedo a todo eso que los ojos no saben ver.
Por
la tarde también sube el olor a pan al segundo piso. Los hombres
comienzan a regresar. Yo acecho silencioso. Quiero identificar bien a
mi siguiente regalo.
Se
llama García, o así le dicen, no lo tengo muy claro. Lo he estado
estudiando durante la semana, como a casi todos mis regalos. ¿Qué
se de él? Pues que tiene treinta años. No lee, ni siquiera lo que
la Casa ordena leer. Tiene ciertos permisos, después de todo es un
recolector, su misión es visitar las casas vacías, sacar lo que
sirva y traerlo. Es el único de ellos que me habla, que me mira.
Me
da la impresión de que el aire que sale de su nariz siempre está
helado. Aunque dibuja sonrisas todo el tiempo no creo que haya reído
de verdad nunca. También creo que su cabello tiene que ser
desenredado, y su nariz es un poco larga. Se afeita la barba
rigurosamente, lo que a mi mamá le parece una contradicción frente
al resto de su aspecto.
A
penas se puede sus pies, su cara está tiznada, dice que el centro de
la ciudad es una gran ceniza, que los edificios siguen en pie de
memoria. Hace calor, pero él lleva puesto la parca azul que Papá
Bueno le dio.
-Quiero
mi regalo.
Mis
palabras lo paralizan. Se saca la parca, puedo ver su arma. No logro
identificarla, me da vergüenza, mi mamá me lo ha hecho repasar
tantas veces, ¿será una CZ-75? La que usaban los milicos, odio no
estar seguro.
-No
tengo nada.
Me
sorprende su respuesta, pero me molesta aún más lo que yo debería
hacer: gritar, patalear, volverlo loco con mi ira. En vez de eso,
ruego. No me escucha, se mete en la cocina, abraza a una de las
viejas que le da un pedazo de pan. Yo lo sigo, soy su pesadilla.
¿Cómo
es eso que no tiene nada para darme? ¿Es eso posible? ¿Tener nada?
No, solamente es una mentira.
-No
voy a darte nada- dice.
Podría
quedarme con eso, pero prefiero fingir humildad. Recuerdo la cinta
que Papá Malo me regaló. Quiero negociar con García, cambio mi
posición.
-No
quiero nada tuyo -declaro-,
tengo muchas cosas, quiero que veamos esto juntos.
Le
muestro la cinta de video que me han regalado.
-No
puedo - dice-.
Pídele a Daniel.
-No
entiendo, ¿por qué no puedes?
Se
aleja, sube las escaleras, no entiendo su silencio. Lo sigo hasta al
baño, escucho como se moja la cabeza.
-¿Qué
te cuesta ser mi amigo? -sigo
con mi suplica a través de la puerta.
Pasan
algunos minutos, yo no ceso en mi guardia. Cuando sale mira hacia el
suelo, sé que está nervioso.
-Es
la ley- le
recuerdo.
Trata
de inventar algo, comienza muchas frases que no termina. Tiene miedo,
¿de mí? ¿Es eso posible? Me da risa pensarlo. Le tiembla la mano
cuando la pone sobre mi cabeza. Sé bien que ha cedido.
Bajamos.
Nos instalamos en la salita de la entrada, ahí está la televisión
que más me gusta. Coloca la cinta en el aparato que no ha estado
funcionando bien, me da miedo se vaya a cortar, a romper. Quizás es
verdad que este regalo no puedo usarla para mi máquina, pero quizás
lo que haya en ella me sirva de algo.
Minuto
uno, un paisaje desnudo. Árboles verdes, pero flacos, de esos que no
dan mucha sombra. Un camino rojizo que se sube arriba de unos cerros.
Minuto diez, mismo paisaje desnudo, solamente cambia el viento sobre
las pocas hojas. Minuto treinta y tres. Un hombre pasa por el camino.
Viste un impermeable azul, o eso me parece, camina encorvado, debe
ser un viejo. No nos da la cara, simplemente se pierde en aquel
camino de tierra roja, entre los cerros. Minuto cuarenta y ocho, el
camino, el viento. Así hasta el final de la cinta. No entiendo, no
quiero entender, creo que ni siquiera importa hacerlo.
Me
acurruco en García que se ha dormido hace ya un rato. Muevo su brazo
derecho y me lo cruzo. Siento su cuerpo tibio. ¡Mi amigo García!
Dormimos. Mientras cierro mis ojos alguien me habla. No, estoy
equivocado, no es un alguien, es la máquina, ya falta poco.
Excelente cada vez mejor, ya llegando al clímax de la historia, evocando un especie de paisaje pos-apocalíptico y en que parece que hay un especie de culto o un nuevo orden social en el mundo de 1985...
ResponderEliminarSupongo que pondrás el final aquí... o nos vas a dejar enganchados? ;)
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