miércoles, 23 de enero de 2013

Vida y obra de Howard Phillips, el poeta maldito


Autor: Diego Escobedo
Categoría: Biografía

Howard Phillips (1923-1969) nació en Santiago de Chile en el seno de una familia aristócrata de ascendencia británica. Su padre era William Phillips, un comerciante porteño descendiente de una larga tradición de empresarios aduaneros. Los orígenes del clan Phillips se remontan a la llegada de Sir Willbur Phillips a Valparaíso en 1836 desde el puerto de Liverpool. 

Fue poco antes del nacimiento de Howard que su padre decidió vender todos sus negocios en Valparaíso para instalarse definitivamente en una de sus propiedades en Santiago y continuar sus labores comerciales en diversos negocios de la capital. Desde pequeño Howard fue criado bajo el cuidado de su sobreprotectora madre y de la figura lejana y autoritaria de su padre. Se cuenta que no conoció más allá del patio del palacio donde  habitaban en Santiago Centro hasta los nueve años. Su madre lo disuadía de juntarse con los demás niños del barrio, afirmándole que él era distinto a ellos, que era superior y los demás no eran más que unos “negros rotos e incultos”.

No obstante, la burbuja en que fue criado fue rompiéndose de a poco una vez que las nuevas empresas del padre empezaron a decaer, llegando a la quiebra absoluta para la crisis de 1929. 

Mientras su padre se tornaba más distante y autoritario al estar preocupado de sacar a flote con distintas movidas la alicaída economía familiar, Howard jugaba indiferente a los problemas del mundo real en el amplio patio de su casa, imaginando distintas historias que leía ávidamente de los libros de la biblioteca de su abuelo. Se cuenta que sus favoritos eran Las mil y una noches, La Araucana de Alonso de Ercilla y Alsino. Así, mientras los demás niños jugaban en las plazas entre sí con rombos y distintos juguetes, Howard jugaba con una espada de madera a recrear la conquista de Arauco por parte de los españoles, a poner altares con ofrendas al dios inca Inti, e incluso se cuenta que en una ocasión construyó con plumas y cuerdas un par de alas con las que intentó volar, en cuyo intento se torció una pierna dejándolo cojo de por vida e inutilizado para el trabajo físico. 

Fue para el segundo gobierno de Alessandri que muchos de los colegas empresarios del clan Phillips lograron recuperarse económicamente, a diferencia de éste, cuya mala suerte en los negocios se mantuvo. La vergüenza social y frustración que esto conllevó finalmente lo llevaron a la locura y obligó a internarlo en un hospital psiquiátrica en 1935, donde moriría a causa de sífilis tres años después. Ya para entonces se había mermado casi por completo la exigua fortuna familiar.

Desde entonces su obsesiva madre pasó a ser el centro de la vida del joven Phillips, quien se vio obligada a vender el palacio de la familia para pagar sus deudas y mudarse a la casa de sus hermanas. El control que ejercía sobre su hijo perduró hasta que ésta murió cuando Howard tenía dieciocho años, hecho que lo afectaría profundamente. 

Obligado a salir al mundo y ganarse la vida, Phillips intentó inicialmente estudiar astronomía en la Universidad de Chile, no obstante su falta de habilidades matemáticas le pasaron la cuenta a la hora de dar los exámenes de ingreso a la carrera, en los cuales no logró terminar el bachillerato. A raíz de esto habría caído en una profunda depresión, y este fracaso pesaría en su consciencia por mucho tiempo. Finalmente entró a trabajar en la editorial Zig Zag, gracias a un contacto conseguido por sus tías.

Fue así como pudo cultivar profesionalmente sus habilidades literarias, escribiendo artículos de ciencia los domingos para la revista, y otros de historia y mitología americana para El Mercurio; al poco tiempo comenzó a publicar sus primeros poemas, los cuales hicieron eco entre la crítica especializada.

A pesar de estar desfavorecido económicamente, Phillips se hizo conocido rápidamente dentro de los círculos intelectuales y literarios de la aristocracia, llegando a formar una camada de seguidores conocido como el “Círculo Phillips” con quienes mantenía una constante correspondencia, además de distintas reuniones y tertulias, entre quienes se encontraban Vicente Huidobro, Roberto Matta, Alejandro Jorodowski, Miguel Serrano, Manuel Rojas, Hugo Correa, y su prima política Elena Aldunate. 

Su prosa entrelaza el creacionismo de Huidobro con el onirismo de Borges, delineando paisajes surrealistas como en sus poemarios Hongos desde Wünyelfe, La épica contienda de Trentren y Caicai, Ni por mar ni por tierra, Ngenechén, y su alabada Poemas Creacionistas del fin del mundo. No obstante, a su faceta de poeta se le ha de sumar su no tan conocida faceta de cuentista.  

En avanzada edad, Phillips se dedicó a recorrer la zona centro y sur de Chile. Los paisajes campestres y rurales tanto le apasionaban que eran sus escenarios favoritos para sus historias, como en el cuento Los Sueños de la casa de la Machi y la novela corta El que merodea en la Lluvia, en la cual se basaría Hugo Correa para escribir la novela homónima una vez muerto Phillips. Se hospedó muy seguido en el fundo de su tío en Talca, desde donde recorrió distintas lugares. Uno de sus destinos predilectos era la recientemente fundada Colonia Dignidad. Se dice que de su amistad con un ermitaño colono bávaro escribiría su famoso relato El Horror de Parral, con reminiscencias del monstruo de Frankenstein. Las mitologías mapuches y chilotas le interesaban de sobremanera como plasmó en muchos de sus relatos, tales como La sombra sobre Achao, relato del cual se inspiraría  el cineasta Jorge Olguín para filmar la película Caleuche, el llamado del mar.

Fue un devoto de la obra de Jorge Luis Borges, a cuyos relatos metafísicos y oníricos dedicó largos artículos y ensayos alabando su prosa y originalidad, y que además influyeron notablemente en su obra. Su estilo se caracterizó por elementos fantásticos y esotéricos, incurriendo muy seguido en el horror e incluso la ciencia ficción. Además de una sobreadjetivización que muchos consideraron innecesaria, pero que otros alababan a la hora de construir atmósferas y transmitir emociones al lector.

También fue conocido como uno de los principales detractores de María Luisa Bombal, a cuya literatura calificó de “escandalosa”, “de mal gusto” y “atrevida”.

Escribió varios ensayos sobre zonas rurales como Primeras impresiones de mi llegada a Talca además de otros artículos de ciencia, astronomía e historia. Se sabe que era un admirador de las figuras de Diego Portales y Benjamín Vicuña Mackena, hombres que, según él: 

“le imprimieron ese sello europeo que tanto bien le hizo a este país”. Sobre este mismo tema llegaría a escribir: “Decir que somos los ingleses de Sudamérica no es exagerado, nos distinguimos notablemente de nuestros demás vecinos en un continente caracterizado por el desorden político y social, mientras que aquí gozamos de una firme tradición y orden republicano heredado de las políticas de don Diego Portales, además de una capital ordenada y estructurada acorde a estándares europeos delineados por Vicuña Mackenna, el hombre que tuvo la ambición y emprendimiento suficiente para transformarla en el París de Sudamérica”. 

Decía sentirse británico, país al cual amaba profundamente y del cual agradecía la basta influencia que históricamente había ejercido en la sociedad chilena: 

“(….) contamos con el puerto de Valparaíso, otrora motor de nuestro comercio y joya de las costas de estas latitudes, forjado al alero de inmigrantes británicos de los cuales orgullosamente desciendo. Además de las grandes riquezas del norte, como el salitre y el cobre en el sur, explotadas en gran medida por empresarios de mi misma ascendencia. No obstante, la modernidad se encargó de privarnos de estas fuentes de riquezas, con el salitre alemán por un lado y la desmembración del continente para la creación del canal de Panamá, llevándose la prosperidad y casi consecuentemente la influencia de nuestros guías europeos. Hasta ahora la modernidad ha hecho poco bien en lo que se refiere a la salud espiritual y estilística de esta nación, pero su esencia, afortunadamente, se mantiene. Somos casi literalmente una isla en este bárbaro continente, guarnecidos por la imponente y blanca cordillera al este, habitada por gigantes en su interior según mi amigo Miguel, por el basto mar pacífico al oeste, el ignoto continente blanco al sur y el desolador desierto hacia el norte. Todas estas características nos tienen aislados de los demás países, de nuestros bohemios y desordenados vecinos argentinos, y de los desabridos bárbaros nacidos de los escombros del difunto imperio inca; lo que ha dado paso a una impecable y necesaria influencia de la cultura europea, así como el surgimiento de una raza distinta a la de los demás sudamericanos, como opinaría el doctor Nicolás Palacios. Descendientes del pueblo araucano, el ejército más temido de América, además de los conquistadores del imperio más grande de todos los tiempos, junto a la notable influencia alemana en las zonas sur del país, e inglesa en muchas otras regiones. Esta singular mezcla fue el caldo de cultivo ideal para nuestra raza sin igual”.
En esta misa línea, se ha especulado mucho que su postura política era de derecha. Sus historias dan cuenta de una concepción clasista y racista de la sociedad chilena, donde los héroes de sus relatos son a menudo jóvenes aristócratas de apellido vasco o inglés, mientras que los elementos malignos suelen ser delincuentes morenos, pobres y analfabetos. No obstante, la ausencia de cartas o manifiestos explícitos que den cuenta de esas ideas desestiman estas posibles convicciones ideológicas, en especial tomando en cuenta su breve matrimonio con la escritora comunista Marta Gossens, de quién se separaría al cabo de año y medio de matrimonio.

Fue a partir de esta ruptura que Phillips se volcó nuevamente a sus hábitos de misántropo, pero al mismo tiempo incurrió en su etapa más prolífica como escritor, produciendo clásicos como La llamada del Caleuche, Las ballenas de la isla Mocha, El Fuego del fin del Mundo, Luces de Isla Friendship y La ciudad de los Césares, enmarcados en su ciclo de Los mitos del Caleuche. Otras obras notables son El color de la Amatista, Quien llama en los hielos, y En las montañas alucinantes, escrita en colaboración con su colega Miguel Serrano.


Debido a que no se le conoce una vida bohemia propiamente tal (casi una regla para los poetas de su tiempo), así como ninguna amante a parte de la señora Gossens, se comenzó a hablar, por las mismas épocas que surgían los rumores del lesbianismo de Gabriela Mistral, que Phillips fuera homosexual. Dados estos rumores que lo acompañaron hasta el fin de sus días, además de una vida solitaria e infeliz, se le atribuyó en sus últimos días el apodo de “El poeta maldito”.

Eterno candidato al premio nacional de literatura, este nunca se le otorgó por sus enemistades ideológicas con ciertos miembros del jurado, además de considerársele a nivel masivo como “Clasista, racista y misógino” creencia que prevaleció en el canon literario nacional relegando gran parte de su obra al olvido.

Con poco dinero, terminó por abandonar Santiago, ciudad que según él estaba en clara decadencia: 

“los palacios estilo francés y los callejones a la usanza de Londres y París, con nombres que honran a sus respectivos referentes, están en claro declive, en desmedro de los deshumanizados y totalizantes edificios modernos de oficinas. Islas anacrónicas como el  Santa Lucia y el barrio Concha y Toro ya no bastan para sobrellevar el nuevo y agitado estilo de vida que se impone en nuestra capital. Del Santiago antiguo queda cada vez menos”.

Murió a los cuarenta y seis años, a causa de un cáncer al hígado en su casa de Quillota en 1969, pocos días antes de las elecciones presidenciales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Siéntase libre de opinar, sugerir y criticar. Sólo pedimos no usar groserías y evitar faltas ortográficas.