lunes, 26 de septiembre de 2011

La saga de 1985. La Casa: Leyes de Dios-leyes del hombre. Parte II.

Autor: José Luis Flores
Categoría: Infancia




       El día es corto y como dice mi mamá, me tengo que apegar a un plan, hoy es mi cumpleaños, cada uno de los mayores me debe un regalo, tengo que aprovechar todas mis oportunidades si es que quiero terminar mi máquina antes de navidad. Sé por quien empezar.

Antonio no es un adulto propiamente tal. Parece uno, tiene barba como uno, incluso huele a cigarro como uno, pero realmente no lo es. Sé muy bien que es un niño más grande que yo, vestido para la guerra, pero un niño al fin y al cabo.

Siempre está nervioso, debe ser por eso que los hombres no lo dejan salir de cacería, ni lo llevan a sus excursiones. Es bueno repitiendo la palabra del Señor, pero, como no habla muy claro, raramente le piden dirigir la oración. Mi mamá dice que su rol en nuestra vida es esperar, y yo creo que lo hace muy bien.

Hace poco le dieron un rifle, desde entonces que se sienta en la salita de estar, se la pasa viendo videos viejos, custodiando la única puerta que realmente nunca está en peligro.
Mi mamá se ríe mucho de él, me ha enseñado como debo acercarme, al igual como los gatos que viven en el entretecho, despacio y sin hacer ruido.
-Es un rifle Remington Fieldmaster quinientos setenta y dos -dice lleno de orgullo-, calibre veintidós.
Yo no le he preguntado nada, solamente me siento en frente de él y dibujo.
-Tiene una capacidad de quince más una -continúa.
-¿No es lo mismo que decir dieciséis?
Creo que mi pregunta lo sorprende un poco y se enreda con sus próximas palabras, pero luego continúa.
-Con esto puedo defenderte a ti y a tu mamá -dice algo molesto-. Es que no entiendes, eres muy chico. Nunca viste a los Otros, o no te acuerdas.
-Hoy tengo seis años -le digo buscando igualarme-, ¿cuántos tienes tú?
Duda un momento y mira hacia el suelo.
-Tengo veinte -dice dudando- o casi, en marzo los cumplo.
-Falta mucho, tienes diecinueve -digo aguantando las ganas de burlarme en su cara -mi mamá dice que no hay que mentir con la edad.
-No hay que mentir nunca, eso hace llorar al Niño Dios y a la Casa.

       Ambos estamos de acuerdo en eso. Pero tengo que ser más cuidadoso, hago silencio. Yo dibujo aviones, de eso que vemos en los videos con Papá Bueno. Me gusta el Mirage III, es como una gran letra V que vuela a velocidad supersónica. Dicen que aún deben quedar unos pocos cazas luchando por ahí contra las bestias voladoras del Diablo que Camina, al menos a mí me gusta creer eso.

        A veces también dibujo tanques y soldados, pero me salen mal así que me quedo con los aviones.

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            Antonio hace la ronda de las diez siempre solo, no le dejan llevar a nadie, pero hoy es mi cumpleaños y no podrá zafarse de mí.
Caminamos un rato dentro de la Casa, revisamos las piezas de los viejos. Eso es muy importante, hace dos meses nadie hacia este trabajo y resulta que Rosa, que era algo así como tía de mi mamá, se había muerto. La casa había comenzado a apestar, pero lo peor era que esa mujer se había quedado todo ese rato en el Limbo por culpa de un descuido. Se ordenó que la quemaran y que guardaran sus cenizas en un frasco que ahora adorna la sala de estar.

         Los adultos tienen piezas separadas, cada uno según la misión que les dio Papá Bueno para servir a la comunidad. La suya es la única que no revisamos, no porque esté prohibido, pero creo que a Antonio le daría pudor el solo acto de tocar aquella puerta siempre cerrada, lo mismo nos pasa a todos.
Terminamos la guardia en la puerta de atrás, esa que da al jardín.
-La ley dice que me tienes que dar un regalo- digo firme.
-Así mismo es -Dice Antonio mirando dudoso el exterior -¿qué quieres?
-Quiero ver el patio.
-No, claro que no -dice sonriendo para aligerar su respuesta-, y tú sabes bien porque no.
-Pero la ley dice que tienes que cumplir mi petición.
-Yo sé, pero esa es la ley del hombre, pero es ley de Dios que el ojo del Diablo que Camina nunca vea a un niño. ¡Primero me mato!

La respuesta me desilusiona un poco, no estoy seguro de entender claramente las diferencias entre ambas reglas, ambas son dichas por la boca del mismo hombre. Quizás Papá Bueno es poseído por el mismo Señor de los Cielos cuando habla, pero no puede ser siempre, sino todas las reglas serían celestiales. Supongo que ahí sí que sería todo más confuso.
Tengo que pensar en lo que realmente necesito, no voy a desperdiciar mis regalos.
-Entonces quiero ver los libros de mi mamá.
-Tú mamá no tiene libros -contesta él sin pensar.
-Están en las cajas de la casa vieja, llévame ahí, por favor.

         Antonio duda un poco, es exactamente eso lo que quiero. Su doble lealtad con nosotros y con el Señor lo confunde. Mi mamá me enseñó a manejarme así con los hombres, a saber que su deseo es lo mismo que les obliga a hacer lo inmediatamente opuesto a lo que buscan. Es enredado, mi mamá lo explica mucho mejor.

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Entramos en el desván sobre la pieza de los viejos. Me deja solo, no quiere tener que ver con esto, eso dice. Yo no sé qué es esto aún, pero me gusta estar solo. Las cajas de mi mamá están marcadas con una cruz roja, dicen Miriam. Mamá también tiene nombre.

La primera caja tiene cosas inútiles, figuritas y fotos de gente que no conozco, me la salto, voy por la siguiente. El polvo me hace estornudar, pero lo hago despacio, no quiero que nadie se una a mí búsqueda. No están todos los libros que recuerdo, pero al menos encuentro el que estoy buscando: "Grandes Maestros del Arte de Occidente Nº 3: Leonardo". Es un libro delgado pero largo, mi mamá dice que venían con el diario, que su papá se los compraba cuando iba al colegio. Yo no entiendo mucho eso de los diarios, pero no tengo tiempo para eso. En la tapa hay una única pintura, leo bien lo que dice la leyenda: "La Virgen con el Niño, con Santa Ana y San Juan Bautista".

Reviso algo más, pero la mayoría de los libros ya se han ido. Recuerdo algunos que ahora quisiera encontrar, como Alicia en el País de las Maravillas. Mamá me lo leyó cuando yo tenía cuatro, no me gustó, tenía tantas palabras antiguas que yo no entendía. Quisiera volver a escucharlo, o leerlo yo mismo, supongo que ahora me gustaría más.
       
Mi mamá leía otras cosas, sobre todo lo que Papá Bueno le traía de afuera, pero ella solamente se entregaba a ellos cuando estaba realmente cansada o agobiada. Eso pasaba especialmente cuando nos visitaba Papá Malo. Ellos creían que no escuchaba nada, mentira.

Quisiera llevarle más libros a mi mamá pero por ahora me conformo con el libro de dibujos. Mi plan anda, pero todavía me falta mucho. Cierro las cajas lo mejor que puedo, no soy muy hábil con mis manos. Simplemente me voy dejando la escena de mi crimen esperando que mi cómplice no me delate.

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La gente se reúne en la sala, son las doce de la tarde, hora de pensar y rezar juntos. No están todos, la mayoría de los hombres han salido buscando comida, o cazando a los Otros que puedan aparecer. Yo les miro escondido en la escalera, sé que si quisieran podrían verme, pero no lo hacen.

Mi mamá dice que en la casa duermen catorce personas, pero hay veces en que somos muchos más, eso es cuando vienen hermanos de otros refugios. Eso pasa cada vez menos y nuestras ceremonias son cada vez más escuálidas.
Una de las viejas las hace de líder, pero nadie la escucha realmente. Mi mami dice que la gente solamente escucha a alguien capaz defenderlos, o lastimarlos. Por eso mis papás tienen siempre una sala llena a sus pies, pero ellos hablan poco.

Cuando se da por terminada la misa fallida nos dispersamos en nuestros deberes. Trato de seguir a mi madre, pero siempre hay gente entre nosotros. Soy molesto, quizás incluso peligroso, he escuchado como hablan de mí, creen que no entiendo, pero lo hago.

Me regreso a mi pieza. Dejo el libro que robé en mi rincón de tesoros, junto con mi piedra amarilla, las llaves de la pieza antigua, mi figurita del perro Pluto, un álbum del mundial del ochenta y dos, una bolsa con diez piezas de dominó, un set de animalitos del zoológico, siete soldaditos de plástico, un pitufo sin nombre, una locomotora a cuerdas y mi armónica rosada.

Los adultos no deben ver esto, ellos no entenderían lo que estoy construyendo. Es el experimento más grande que ningún humano haya intentado nunca, más que la llegada a la luna incluso.

Nadie viene a verme por un rato. Quiero ver a mi mami, mostrarle lo que encontré, pero eso sencillamente no pasa, cierro los ojos, pienso en las palabras que diré cuando pida mi siguiente regalo.

3 comentarios:

  1. Cada vez esta tomando forma este relato, me esta gustando como de apoco se empieza a entender todo.... pero sin decir algunos detalles... el fina va hacer espectacular al aparecer

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  2. Este es el relato más oscuro de JLFlores que haya leído en mi vida, y lo curioso es que es el inicio de un terror mental inquietante.

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  3. Lo he visto avanzar... realmente no me gustaría morir sin haber leído el final.

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