miércoles, 3 de abril de 2013

Reseña: "Los superhomos" de Antoine Montaigne


Obra: Los superhomos
Autor: Antoine Montaigne (seudónimo de Antonio Montero)
Imprenta: Arancibia HNOS.
Páginas: 232
Fecha de publicación: Junio de 1963
Edición: Primera 

Dos veces tuve la oportunidad de hablar con Antonio Montero Abt (1921-2013). La primera fue en 2004 durante el lanzamiento en la Feria del Libro de Santiago de la Colección 80 Mundos de RiL editores. En aquella oportunidad, uno de los presentadores fue el escritor Diego Muñoz Valenzuela (quién tuvo la gentileza de invitarme al evento), autor de un clásico de la ciencia ficción reciente, Flores para un Cyborg (1997), el cual formaba parte de aquella colección. En la audiencia estaba su amigo Antonio Montero, quien a pesar de sus 83 años se veía saludable y juvenil. Vestía de camisa a cuadros azules y jeans, con el aplomo de ingeniero sagaz, con mente curiosa y brillante, y que irradiaba alegría de vivir. Conversé con él sobre la recuperación de la historia de la ciencia ficción nacional, tema que despertó su interés.

Montero nació en Valdivia y fue Ingeniero Civil de la Universidad Católica, pero su verdadera pasión fue la literatura. Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y defensor de los derechos humanos, saltó a la fama en 1963 con su novela Los Superhomos, que le ganó un lugar entre los mejores autores de la literatura de ciencia ficción nacional del siglo XX, junto a autores de la talla de Hugo Correa y Elena Aldunate.

Ocho años después le vi nuevamente. Fue durante el lanzamiento de su libro El Cáliz, Thule y los Dioses (2012) por Editorial Puerto de Escape, libro que ha tenido un escaso impacto mediático, pero que tiene una calidez y calidad literaria a la altura de la mejor literatura fantástica contemporánea. Aquel fue un evento alegre, donde Montero demostró su lucidez en su discurso de presentación. Le acompañaron al evento sus familiares y sus amigos literatos de toda una vida, compañeros de su generación de escritores. Se notó la ausencia del fandom local contemporáneo, tan asiduo a los eventos menores y a la autorreferencia, pero a la vez tan reticente a celebrar las figuras consagradas de ayer. 

Durante el cóctel Montero se mantuvo silencioso y apartado del resto, detalle que llamó mi atención. Se le veía enfermo y resignado, quizás presintiendo el inevitable transito a otras dimensiones, que es el ineludible destino de todo ser humano. Parecía como si la sombra de la muerte se insinuara tras los cristales de esa sala en Providencia, en aquella lluviosa noche de invierno. 

Ese fue su último libro, que con gran esfuerzo personal llevó al mercado. Sería su testamento literario, y quizás en eso precisamente pensaba tan concentrado, y tan sólo. Curiosamente, entre otros temas, su última novela habla sobre las librerías de viejo y los tesoros escondidos entre volúmenes cubiertos de polvo que tienen encriptadas las llaves para acceder a los secretos de la Atlántida, el Santo Grial, y misterios aún más elusivos. Sé del tema, y del placer especial que hay en coleccionar perlas literarias del pasado. Y a propósito, entre esas joyas hay novelas del propio Antonio Montero, una de las cuales llegó a mí poder de manera sorpresiva. 

Tiempo después de aquel lanzamiento, mi amigo Sergio Alejandro Amira me envió una encomienda desde la quinta región  que traía como regalo un ejemplar de la edición de 1963 de Los Superhomos, un libro para coleccionistas muy estimado y difícil de conseguir, si no es en aquellas librerías de viejo que ya mencioné, donde a veces te cobran una fortuna por un ejemplar raro. Es un regalo que aprecio mucho, y que ya lo tenía en mi lista de lecturas pendientes cuando me enteré que Montero nos había dejado, que partió de este mundo. Con remordimientos de no haberlo leído antes, comencé al fin a disfrutar de su novela, y comprendí entonces por qué se convirtió en un hito de la ciencia ficción chilena.

Montero publicó su novela bajo el seudónimo literario de Antoine Montaigne, que es la traducción de su nombre al francés. Y en la misma novela, el escenario principal es París y el mundo desarrollado, si bien esta vez golpeado por la desgracia. Además, no hay un solo protagonista chileno en la obra, que tiene un carácter global y universal, más que nacional; todo lo opuesto a la moda costumbrista de la época en que fue impreso.  En eso Montero se adelanta a la sociedad global en que vivimos hoy día, e incluso sus predicciones sobre la población del mundo a principios del siglo XXI son sorprendentemente certeras.

Los Superhomos trata sobre la supervivencia humana después de una guerra nuclear que acaba con gran parte de la población del planeta. Este era un tema recurrente en aquellos años, cuando el mundo pensaba estar viviendo los últimos tiempos antes del armagedón atómico. Como consecuencia de la polución radioactiva, el impacto en la salud de los supervivientes fue nefasto, con mucha gente sufriendo enfermedades degenerativas. Sin embargo, de entre los miles de afectados, surge un puñado de hombres mutantes con inteligencias muy superiores al resto, con habilidades telepáticas y la capacidad creativa para adelantar miles de años a la humanidad.  

Al leer esto, no pude evitar recordar las aventuras de Mampato y Rena en el en el siglo XL, de Themo Lobos, que aparecieron en la clásica revista Mampato. La influencia me pareció evidente, sólo que Los Superhomos fue impreso casi una década antes que aquellas caricaturas. Me pregunté si hubo relación entre ambas. Por desgracia, ambos autores ya nos dejaron, por lo que sólo queda especular. Por otra parte, Los Superhomos fue un libro muy vendido, un verdadero best-seller de su época, por lo que no podemos descartar su influencia en la aventura al futuro de Mampato.

Una tema inquietante que trae la novela es la idea del superhumano, un ser tan inteligente que es capaz de construir una tecnología avanzada que somos incapaces de comprender, incluyendo naves que quiebran las limitaciones físicas de las distancias, y que tienen el potencial de conquistar el universo, y esclavizar a los alienígenas de mundos innumerables. Aquí Montero juega de forma anticipada con la idea de la Singularidad, un concepto introducido treinta años después en la especulación científica y la ciencia ficción por el escritor norteamericano Vernor Vinge, quién afirmó que el superhombre sería una inteligencia artificial, y que cuando apareciera dejaría atrás en el polvo a la raza humana. Es notable que Montero fuera capaz de adelantarse de tal manera a la literatura fantástica internacional, y sólo eso bastaría para recordarle.

Para mi, el concepto más notable de su novela son sus especulaciones sobre que pasaría si una nave superase la velocidad de la luz, tal como lo hace un jet cuando quiebra la barrera del sonido. La explicación de Montero es simple: la nave sale de este universo y entra en otra dimensión. Tal idea me sobrecoge, pues es acorde a lo que hoy se conoce de física, y ya ha pasado medio siglo de la publicación de su libro.

Falleció Antonio Montero, uno de los más grandes valores de la literatura fantástica que ha dado este país al mundo, y con el se nos fue el último valor de la Edad de Oro de la ciencia ficción chilena. Pero este fue sólo el primer paso hacia la inmortalidad, que nuestro autor alcanzó en las letras chilenas.

Omar Vega

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