martes, 8 de noviembre de 2011

La Batalla de Providencia

Autor: Jorge Araya (@DrBlood)
Categoría: Terror

Nadie supo cómo. En una fría noche de julio de 2012 todo parecía normal en Providencia. El barrio Suecia sobrevivía pese a su ya acostumbrada decadencia. Los restaurantes de los alrededores de Pedro de Valdivia y los pubs de Manuel Montt funcionaban tal como siempre, con esa mezcla de fauna variopinta que incluía desde familias hambrientas de comida chatarra hasta solterones hambrientos de sexo rápido y sin preguntas. Oscuro y frío desde las seis de la tarde, a las once de la noche la gente se paseaba con kilos de ropa encima con tal de poder disfrutar algo del tiempo libre que les dejaban sus trabajos esclavizantes y sus vidas asfixiantes.

Nadie supo cuándo. De un instante a otro varias columnas de individuos aparentemente comunes y corrientes empezaron a confluir desde Apoquindo y Tobalaba por un lado, y desde Vitacura y Thayer Ojeda por el otro, para enfilar a Providencia. Parecía otra de las ya decenas de marchas que se repetían día tras día en Santiago desde que comenzó el segundo año de gobierno de Piñera, salvo por un extraño detalle en común: todos parecían tener ascendencia nórdica (o europea al menos) y ser de clase acomodada. Lenta y ordenadamente avanzaban hacia el poniente sin bajar de las veredas, en silencio, todos con las manos en sus bolsillos.


Nadie supo por qué. De improviso, y justo cuando un grupo de jóvenes (de esos  denominados flaites por los arribistas) se perdía entre medio de la columna de marchantes, una alarma sonó al unísono en todos los celulares. En ese momento todos sacaron las manos de sus bolsillos, empuñando las pistolas semiautomáticas que portaban. El grupo de jóvenes se convirtió en las primeras víctimas de esa fatídica noche. Lo que hasta ese entonces era una caminata ordenada se convirtió primero en un trote, y finalmente en una estampida furiosa de gente armada que disparaba a diestra y siniestra matando a todo aquel que no se pareciera a ellos y que no anduviera en vehículos de más de treinta millones de pesos. Nadie supo dónde. De todas partes aparecían más y más marchantes armados asesinando gente indiscriminadamente. Nadie que no fuera como ellos se salvaba. Sin mediar provocación y sin que ningún ruego surtiera efecto, las hordas de asesinos avanzaban hacia el poniente con un secreto pero firme objetivo: limpiar sus barrios y establecer un límite físico en Plaza Italia, para que ningún pobre ni roto venido a gente usara sus barrios. Nadie supo cómo. A la media hora de iniciada la masacre un grupo mayor de residentes de Providencia salió de sus departamentos y casas armados con lo que tenían, para combatir contra los marchantes. En la medida que lograron reducir a los más débiles y hacerse de sus armas, la situación se pudo equilibrar, no sin antes matar a los marchantes, pues pese a haber sido desarmados seguían atacando, presas de un fanatismo realmente escalofriante. Terminada la noche sangrienta, conocida hoy en día como la Batalla de Providencia, los trescientos marchantes murieron y mil inocentes cayeron bajo su odio irrefrenable. Desde esa fecha, el límite oriente de la capital quedó en Plaza El Golf; de ahí para arriba se extiende la ciudad de Santiago Alto.

6 comentarios:

  1. Una vez más otra historia que leí en el blog de buen doctor Blood (http://doctorblood.blogspot.com/), que por cierto no deja de ser interesante la temática que aborda... xD buen aporte señor como siempre espero que todo este bien... Saludos

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  2. No comulgo mucho con esta visión tan segregada de las así llamadas «clases sociales», donde los malos son los cuicos y los buenos (o las víctimas)son las personas normales, porque en el fondo se trata de una simple inversión de valores del estereotipo reinante. Respecto a la pluma, no tengo nada que decir. Buena introducción, a mi juicio, pero he de insistir en que el sesgo del relato no le hace bien a una historia que bien habría podido ser narrada de la misma manera desde el otro lado de la vereda o, literalmente, desde el otro lado de Providencia/Santiago. El relato, además, está lleno de caricaturas. La más obvia es, desde luego, que la extracción «nórdica» de nuestra «clase alta» es en realidad minoritaria respecto a la verdadera «alcurnia» de este país, cuya sangre viene no de alemanes o ingleses sino de las gónadas de esos hijos d'algo que llegaron a Santiago hace mucho, mucho tiempo.

    En la misma línea, el sesgo del relato sigue imponiéndose a tal punto que en él impera una falta de matices preocupante. ¿Es que, así como se suele preguntar en casos opuestos, todos los «rubios» son malos, todos los adinerados unas bestias salidas de una pesadilla nazi? Desde un punto de vista literario el cuento es interesante como una propuesta para hablar de «otredad», de lo ajeno, de como nos vemos entre nosotros y como vemos a los que no son parte de nosotros. Así y todo, me preocupa el destilado ideológico que se desprende de este cuento. Pues aunque se trate de ficción, cosas como estas hablan mucho de lo que realmente tenemos ahí dentro.

    ¡Saludos desde el otro lado del espejo!

    E.

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  3. Tue-Tue: lamentablemente no tengo tantas ucronías como para subirlas exclusivamente acá, así que lo que leas de mí estuvo antes en mi blog.

    Emiliano: ¿no es esto acaso lo que somos,el cholo, el negro, la puta, el maricón, la yegua, la perra, la maraca, el cuico, el flaite? Por supuesto que es un sesgo salvaje el que escribí, simplemente porque todo sesgo es salvaje. Si necesitamos un SERNAM es porque aún discriminamos a las mujeres, si se vota una ley anti discriminación es porque vivimos discriminando. Eso es Chile, eso somos los chilenos, los de todos los estratos, la diferencia está en que algunos lo reconocemos e intentamos cambiar: la gran mayoría ni siquiera lo sabe...

    Saludos sangrientos

    Blood

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  4. Me gusta pero no me convence, Blood. Básicamente, porque no veo a la gente de rasgos nórdicos saliendo ellos con armas: ¿Para qué, si tienen el control de la instituciones con el monopolio de la fuerza? El resto, es sólo un caso extremo de la segregación que se ya se ha visto, recordemos lo de los hinchas al Colo, eso fue un "No entres en MI barrio".
    Sólo, y a modo personal, me incomoda esa ascendencia nórdica que le das a la clase acomodada. Como dice Emilio, son hijos d'alguien como el resto de los chilenos. Creo que el relato hubiera sido más "fuerte" si no hubiera un diferencia de rasgos entre los individuos. Porque ser de una clase u otra no tiene que ver con tus rasgos (sí con otras cosas, partiendo del poder [¿adquisitivo?]), pensarlo así es un paradigma chileno, según mi parecer.

    Pero me gustó, porque te lleva a "pensar", y jugar. Dije no me convence, pero persuade.

    Saludos.

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  5. Interesantes personificaciones las de aquellos arquetipos. Hoy uno de esos seres despreciables me tiró monedas al suelo para que las recogiese, dijo que eso me merecía.... bien, si me saludan desde el otro lado del espejo,yo contesto el saludo desde fuera de la Matrix.

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  6. Buen relato. Por lo menos a mi me hizo sentido la clasificación de "Nórdicos o por lo menos europeos" aunque sean minoría prefiero pensar que estaban bajo el dominio furibundo de algún dios nórdico como Thor o de Wodan, quien como sabemos reencarno en Hitler en los años cuarenta.
    Algo que me gustaría ver es una imagen que hace tiempo tengo en la cabeza, y es la de un muro que cruce la Plaza Baquedano y sea la división de Santiago, alto y bajo, me la imagino como una frontera gris e imponente,a lo muro de Berlín. Este cuento y yo tenemos las mismas pesadillas...

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