miércoles, 4 de julio de 2012

Superhéroes en Chile

Autor: Diego Escobedo
Categoría: Tributo

Los tanques militares y los soldados inundaban la Alameda desde muy temprano. De lejos se distinguían las columnas de humo emitidas desde La Moneda, y por la radio se transmitía el himno nacional “Ya ha cesado la lucha sangrienta…” Fue el último verso que alcanzó a oír don Augusto antes de apagar la radio. Sabía que no era cierto, aún faltaba mucho que pelear. Y el estaba dispuesto a darlo todo por su patria.
Los cuatro líderes militares entraron al mismo tiempo al palacio de gobierno, fue solo un acto simbólico, para que las cámaras de televisión lo transmitieran a todo el mundo. En la práctica estuvieron poco tiempo allí. Presenciaron cuando se llevaron el cuerpo del upeliento ex-presidente, y luego acordaron comenzar las juntas de gobierno de su nuevo régimen en el edificio Portales, en una sala acondicionada para ello.

El día ya terminaba cuando la junta iniciaba su primera reunión en una habitación subterránea, recubierta con plomo y a prueba de sonido. Sus cuatro miembros llegaban desde distintos puntos, algunos de fuera de la capital. La labor de expulsar a los marxistas del país no fue fácil. El cansancio no se evidenciaba en sus rostros, sino más determinación que nunca. El comandante en jefe del ejército habló primero:
— Señores, estamos librando una guerra. Una guerra contra el marxismo internacional. Nuestra labor pasa a ser sagrada. Ahora, en este minuto, Chile es la última esperanza que le queda al mundo, y Estados Unidos nuestro único aliado. Almirante Merino, quiero un informe de la situación estratégica.
El oficial de la marina se incorporó y tomó la palabra.
— General, como usted bien dijo, estamos en una situación geoestratégica crítica. Hacia el norte tenemos a la confederación popular de Perú y Bolivia, y su ejército mutante de auquénidos metamorfoseados enviados desde la Unión Soviética. Un aborrecible experimento incomparable con nuestro disciplinado ejército, pero me temo que muy superior en número. Incluso tenemos informes de la FACH- el jefe de dicha rama asintió levemente- de que se han avistado extrañas luces en dicho espacio aéreo, seguramente más tecnología extraña enviada desde la URSS. La frontera norte la tenemos totalmente resguardada por patrullas militares, lideradas por el coronel Armando Valdés. Por otro lado tenemos informes de que la república socialista Argentina también se prepara para una invasión. Ese tal Guevara es muy peligroso señor, podría atacar en cualquier momento. Nuestros mejores barcos están llegando al canal Beagle en este minuto.
— Gracias, Almirante. Ahora el informe de inteligencia, Mendoza  el general le hizo un gesto al director de carabineros.
Dicho hombre se secó unas gotas de la frente y tomó aire antes de dirigirse a la junta.
— Mi general, hemos iniciado la persecución de todos los adscritos y relacionados a movimientos y partidos de izquierda en Chile. Ya tenemos detenidos a más diez mil personas. Fue más rápido de lo que esperábamos, la ayuda de Patria y Libertad ha sido crucial en nuestra lucha.
— Por eso usa un brazalete de esos  le inquirió Pinochet.
Mendoza se llevó la mano izquierda a su brazo derecho, casi queriendo ocultar el símbolo del murciélago. Disipó sus nervios antes de retomar la palabra:
— Fue necesario, mi general, una alianza con el Frente Nacional. No eran tan fuertes hace un año, antes de que la CIA lo mandara… a él.
Un silencio sepulcral envolvió el ambiente unos minutos. Mendoza reunió agallas y continuó:
— Me dijeron que si quería reunirme con él tenía que usar uno de estos.
— ¿Me está diciendo que se contactó con el hombre murciélago?
— Batman en Chile. Creí que era solo una leyenda urbana  comentó el general Leigh.
— Está en Chile, general. Desde hace un año. Antes de eso el frente no era nada que nos fuera útil, hasta que él llegó desde Moscú, reclutado por la CIA norteamericana, y les inyectó nueva vida a los paramilitares nacionalistas.
— Sea o no anti-comunista, no debemos olvidar que él no es ningún murciélago, ni monstruo de las tinieblas, es sólo un hombre disfrazado  precisó Leigh.
— No lo sé, yo lo he visto hacer cosas asombrosas. Siempre que dice que va a hacer algo, por imposible que suene, lo cumple.
Mendoza aún recordaba los inicios del frente Patria y Libertad. Se les atribuían incidentes menores en esa época. Eran conocidos sus brazaletes blancos con una figura de tres eslabones negros rotos en los extremos, pero luego del ´72 estos símbolos fueron adaptados a la figura del murciélago. Y por las calles de la capital aumentaron los actos terroristas de gravedad, y en las murallas ese símbolo. Los informes de una figura obscura huyendo de la escena del crimen le llegaban de a montones desde entonces.
— Como saben, él es el líder de la resistencia en Moscú. Recibe apoyo de los Estados Unidos. Desde que llegó ha intentado contactarse con la derecha chilena, aunque él prefiere trabajar solo, dice que es más seguro. Nunca se sabe cuál será su próximo movimiento, pero se que él mismo ya ha ejecutado a varios dirigentes de izquierda. Lo más probable es que se retire del país dentro de poco, el Frente ya ha agarrado mucha fuerza y autonomía, casi más que la de carabineros. Además los norteamericanos están enviando ayuda militar en este minuto.
— ¿Eso cómo lo sabe?- le interrogó Pinochet.
— … Me lo dijo él, mi general.
— ¿Dónde lo contactó?
— Lo siento, no puedo decirlo. El me prohibió comentárselo a nadie. Temo por mi vida.
— ¡Por el amor de Dios, Mendoza! ¡No sea cobarde!  Exclamó Merino  No permita que un fenómeno alado lo intimide. Somos el ejército de Chile, y usted el líder de carabineros de Chile ¡Esa manga de inútiles y subversivos del frente no puede tener más poder que la institución fundada por el general Ibáñez hace ya cincuenta años! ¡Díganos donde se contactó con el hombre murciélago!
— Suficiente, Merino intervino Pinochet  lo más seguro es que no lo encontremos en el mismo lugar de todos modos. Batman es de por sí ayuda militar enviada por nuestro único aliado, y no la podemos rechazar. Tampoco debemos olvidar que él es el único que ha podido enfrentarse al arma que manejan los bolcheviques.
El punto más duro de la situación había surgido y nadie se animaba a tratarlo. Los militares retomaron sus asientos. Pasaron unos instantes antes de que Pinochet le diera la palabra al general Leigh.
— La fuerza aérea esta atenta a cualquier objeto extraño que sobrevuele nuestro espacio aéreo. El coronel Valdés nos envía constantes informes de los avistamientos en el norte, pero según nuestros especialistas, y concuerdo con ellos, es poco probable que se trate de quien pensamos. Los Estados Unidos dicen que quieren instalar antenas a lo largo del territorio nacional que nos alertarán a ambos países de cualquier objeto que se acerque a la velocidad del sonido. Todos nuestros radares están atentos a lo mismo.

Pasaron los años y el país fue desmoronándose rápidamente. La inestabilidad económica del régimen anterior no era nada al lado de la situación actual que mantenía al país al borde del colapso total. Aislado internacionalmente, el único mercado que disponían para intentar levantar su economía era Estados Unidos, una nación también al borde del colapso y con Estados que se fueron separando de su unión. A pesar de los planes traídos por los economistas chilenos que habían estudiado en Chicago, con el multifacético profesor Luthor, el nuevo modelo económico solo alargó la agonía del país. Dio una estabilidad efímera que terminó con las masas más empobrecidas que nunca. Miles de disidentes buscaban escapar a cualquier parte. Latinoamérica entera ahora era la Federación Bolivariana, encabezada por un consejo de soviets y aliada incondicional de la pujante Unión Soviética mundial.
Los desmanes y enfrentamientos en las calles eran comunes. Por más que reprimieran los militares, las personas salían a las calles a matarse entre sí por comida.
El miedo fue la principal arma del régimen, pero no la más efectiva. Alertaban a la población sobre un bolchevique volador más rápido que las balas y con la fuerza de miles de hombres. Que podía estar en más de un lugar al mismo tiempo, que los estaba vigilando todo el día, y que podía escucharlo todo; Que por seguridad debían recubrir todas sus viviendas con planchas de plomo para que no los vieran. No obstante, dada la situación económica, aquellos que podían seguir la orden del gobierno solo pintaban sus casas con pintura de plomo esperando que eso bastara.
Se decía que el norte grande ya se había perdido, al igual que casi todo el sur de Chile. De la misteriosa desaparición del coronel Valdés en el norte, se decía que había caído en manos del enemigo, luego que había desertado y unido al enemigo.
Ninguna de las informaciones que llegaban eran claras. Lo que más se escuchaba, a pesar de la propaganda del régimen, eran rumores del gran hermano, del benevolente líder del resto del mundo, siempre omnipresente y vigilante. El indudable salvador de los pueblos del orbe. Una campaña sicológica contra la que las autoridades chilenas no supieron cómo luchar.
Era 1978 y Estados Unidos había dejado de enviar ayuda militar a Chile. Su deplorable estado ya no lo permitía. Era cuestión de tiempo para que el enclave capitalista en Sudamérica colapsara y cayera en manos de los bolcheviques, pero sus líderes no lo iban a permitir.
Augusto Pinochet, ahora presidente de la república y capitán general de las fuerzas armadas, venía saliendo de un acto en la escuela militar, y en su cabeza no dejaba de sonar el himno nacional que había cantado con gran devoción junto a sus seguidores:


Libertad es la herencia del bravo,

La Victoria se humilla a sus pies”

No era muy popular esa canción en aquellos días, pero a él le pasaba muy seguido que ciertos versos le resonaban en su mente todo el día.
Al salir del recinto sintió el deprimente contraste entre las pocas personas que aún apoyaban al régimen y cantaban fieles junto a él, y las empobrecidas calles de la capital, atestadas de gente dispuesta a matarlo y a alimentarse de sus restos.
Su blindado auto, aún con toda la comitiva que lo rodeaba, alcanzaba a recibir gritos de odio y reprobación de individuos desnutridos y ocultos entre la miseria y caos que cubría la desnuda superficie de las calles de Santiago.
Fue un trayecto largo hasta el edificio Diego Portales. Su fachada era lo único que inspiraba estabilidad, al lado de los demás edificios abandonados y con cristales rotos.
Pero su uso de verdad radicaba en el subterráneo. El general Pinochet descendió por su ascensor privado hasta el búnker secreto donde se tomaban las decisiones de gobierno. Llegó con la misma indumentaria que había salido del acto, su pulcro uniforme gris, su gorra militar, su oscura e intimidante capa, además de su fiel bastón. Allí abajo ya lo esperaban los otros dos miembros de la junta. Leigh, ahora tuerto y con un parche en el ojo, y Merino tan enérgico como siempre. Ambos estaban de pie ante la mesa principal donde analizaban un mapa.
— ¿Cómo llegaron antes que yo?
— Terminamos el túnel que une a la escuela militar con el resto de la red antes de tiempo.
Leigh acercó al capitán general al mapa y le mostró el mayor logro del gobierno militar: Una red de túneles secretos que interconectaban todos los puntos importantes del centro de la capital, con su centro bajo la actual cede de gobierno, en el búnker de la junta militar. Originalmente estaba diseñado para ser el metro de Santiago, pero las prioridades habían cambiado hace mucho.
— Todavía no esta recubierto con plomo, pero era seguro atravesarlo.
— ¿Y no se me informó de esto? ¡Que insolencia, que no saben que en este país no se debe mover ni una hoja sin que yo lo sepa!
Gritó sin mayor provocación. En realidad hace mucho que no tenía poder más allá de algunas calles desde ese búnker. Nada había salido como lo esperaban, y ya no quedaban soluciones.
Sin mirarlos a los ojos les preguntó:
— ¿Dónde esta Mendoza?
— Mi General, sucede que… — Leigh no tuvo el valor para decírselo.
— Hubo una masacre, señor.  le aclaró Merino  Fue durante el acto. Los Batmen ejecutaron a Merino y a otros dirigentes de carabineros. Decían que eran débiles y solo les estorbaban. Esos anarquistas de mierda ahora son los encargados del orden en las calles.
Sin que abriera la boca se vio como se desencajaba la mandíbula del envejecido militar. Un tic hizo bailar su pómulo izquierdo unos minutos y finalmente corrió una silla y se sentó sin saber qué decir.
— Primero se van los gringos, y ahora esto… nuestra patria querida. Demasiada pequeña para el mundo que nos rodea… En verdad ¿Qué oportunidad nos queda?
Los dos militares estaban atónitos. Jamás imaginaron ver a su general reconociendo la derrota. Pero era algo inevitable, eran solo un minúsculo país luchando contra un súper hombre alienígena y casi todo el planeta.

Solo pasaron unos segundos antes de que sintieran a la tierra temblar, al edificio retumbar, y ha rápidos enfrentamientos en la superficie. Leigh corrió al teléfono a exigir informes de lo que ocurría, pero cuando ya tenía su mano en el auricular, un rayo calorífico estaba desintegrando la compuerta de entrada al Búnker. Cuando ya no quedaba nada que le obstruyera el paso, una especie de rayo atravesó la abertura y una figura se materializó justo tras las espaldas de Pinochet.

Este último sabía quien estaba atrás, era inevitable que viniera en algún momento. Se incorporó sin apuros y dejó la silla a un lado.
-Dos fenómenos con disfraces en nuestro país es demasiado. Camino aquí debiste ver los resultados de eso, Superman.


Leigh y Mendoza estaban paralizados, pero su líder no se mostró intimidado en lo más mínimo mientras se dirigía al hombre de acero, ser invencible y posiblemente todopoderoso.

Pinochet lo veía solo como otro uniformado, su traje era de un tono gris similar, la capa de un rojo intento en perfecta coherencia con el martillo y la hoz que decoraban su pecho.
— Claro que los vi, general. Le pido que disculpe mi español, aprendí el idioma hace solo unos minutos.
Su arrogante modestia fue lo primero que le repugnó a Pinochet, incluso más que ese asqueroso símbolo en su pecho. Fuera de una o dos erres que sobrecargó a lo largo de la conversación, su acento era prácticamente neutro y su modulación perfecta.


— Finalmente viniste a invadir nuestro país, era cuestión de tiempo.

— No he invadido nada. Sólo noqueé a los guardias que estaban allá arriba. Ninguna gota de sangre fue derramada aquí, ni en ningún país que actualmente forma parte de mi gloriosa unión soviética mundial. Todos se unieron voluntariamente, escogieron la prosperidad y seguridad que les garantizaba en lugar del caos del capitalismo.
— ¡Dirás dictadura bolchevique! Nuestra patria no está para tus totalitarismos. Eres un monstruo de otro planeta que no deja en paz a nadie, en cambio mira allá afuera en las calles de nuestra capital. Los niños corren libres sin que nadie les diga qué hacer todo el tiempo ¡Aquí en Chile gozamos de verdadera libertad!


Los otros dos generales se miraron entre sí, no sabían como terminaría esto, ni siquiera si debían apoyar a su líder en ese debate.

— A quién intenta convencer, ¿A mí o a usted? No intente discutir con migo, tengo una inteligencia de nivel nueve. Su pueblo pasa hambre y miseria, y usted los asfixia con la represión de sus soldados. Si les preguntara, casi todos estarían dispuestos a unírseme, general.
— ¡Capitán General!  Le corrigió Pinochet al tiempo que juntaba sus pies y chocaba sus talones- Y no me interesa de cuantos números sea su inteligencia, aquí estamos peleando por algo que no se mide con números ¡¡¡Por nuestra patria!!!
Superman no tenía nada más que decirle. Tranquilamente caminó por el búnker admirando las pantallas y mapas a lo largo de la fortificación.


— Debo decir que han hecho un admirable trabajo, camaradas. No obstante, siento decirles que esta estructura no es perfecta, el sonido si logra filtrarse. Puede que no pueda ver su interior desde afuera por el plomo, pero escuché casi todo lo que dijeron, como cuando reconoció que esto ya no tiene cómo resistir, camarada Pinochet.

— Lo sé… — Había mordido el anzuelo, mientras hablaba hizo girar bajo su capa el mango de su bastón y lo separó en dos- pero nunca vio este regalo que me mandó el profesor Luthor.
La siguiente escena quedó grabada en la retina de Mendoza y de Leigh. Su general sacó de su capa una estaca de un extraño material verde brillante. Como un feroz gladiador se lanzó con todas sus fuerzas puestas en su puñal listo para herir a superman.  


Lo siguiente ocurrió demasiado rápido para que los ojos de los militares pudieran seguir el desenlace. Escucharon un gemido de dolor, y antes de que se dieran cuenta su general había sido expulsado varios metros hacia la pared, aterrizando sobre unos paneles de radares que rompió por el impacto.

Superman se encontraba inclinado y con la estaca enterrada en su costado. Haciendo un gran esfuerzo logró retirarla, y los uniformados quedaron atónicos al ser uno de los pocos humanos en tener el privilegio de ver sangrar a Superman.
Este último arrojó lejos la estaca y se dirigió al apaleado general Pinochet.
— Muy valiente de su parte, pero ya no hay más que pueda hacer.


No eran pajaritos los que quedaron dando vueltas en torno a la cabeza del dictador con el impacto, sino más versos del himno nacional:

— “Si pretende el cañón extranjero, nuestro pueblo osado invadir… le contestó, cantando con una débil voz y con los ojos entrecerrados- Desnudemos al punto el acero…  sacó un revolver de entre sus ropas y lo apuntó a su sien  Y sepamos vencer o morir.”
Fue lo último que dijo. Si no fuera por las partículas de kriptonita que aún recorrían la sangre de Superman, seguramente hubiera podido detener la bala.
Un poco más recobrado por el ataque, se dirigió a los generales que quedaban.


— Bueno, camaradas. Tenemos que reconstruir una nación. Bienvenidos a la Unión Soviética.

— Sabes que no te seguiremos voluntariamente- le arguyó Merino- ¿Qué nos vas a hacer? Nos harás esa trepanación cerebral y nos convertirás en uno de esos “robots de Superman” en unos humanoides moscovitas.
— Tengo el presentimiento de que podré contar con su colaboración sin tener que recurrir a eso. Ahora, será mejor que subamos, hay mucho que hacer.


Pasaron unos momentos en que nadie movió un músculo. El primero en obedecer y dirigirse al ascensor fue Leigh. Merino le lanzó una mirada asesina, sabía que él nunca quiso a Pinochet como líder de la junta, y con esto expresaba su reprobación al difunto general. Titubeante, finalmente lo acompaño y subieron juntos. No les quedaba otra.

Superman prefirió salir por la entrada que él mismo había creado. Pero antes de hacerlo se acercó al cuerpo del ex dictador y lo presenció unos instantes.


— Otra vida que no pude salvar y una cicatriz que no se borrará de mí costado… Lex Luthor aún no sabe como vencerme, pero sí como dejarme recuerdos.

1 comentario:

  1. Muy buena, se nota leíste "Superman: Red Son" exelente contribución a la causa. Después de todo se menció a chile como el segundo país que tiene una estructura capitalila... Muy bien jugado en fin saludos

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