sábado, 1 de septiembre de 2012

La voz de los 80's

Autor: Aldo Astete
Categoría: Azul Eléctrico


¡Dime!
Tú te crees que protestas
¡Dime!
Me aseguras que protestas
¡Dime!
Tú te crees un rebelde o algo así.

mira nuestra juventud,
qué alegría más triste y falsa…

Jorge González

Era tal el revuelo en el pueblo desde que se anunció el concierto de “Los Prisioneros” que los adolescentes se juntaban en las casas de sus amigos para oír sus cassettes, Mi hermano Miguel, no era la excepción y asistía religiosamente todas las tardes a la habitación que Rodrigo Tapia arrendaba en la entrada de la población Los Boldos, un joven de 20 años, oriundo de Concepción y fanático de “Los Prisioneros”. De hecho, se vestía con zapatillas de lona, jeans ajustados, polera de un solo color y chaqueta de mezclilla oscura. Tenía los tres álbumes en vinilo y cassettes.

Mi hermano salía de la casa a eso de las seis de la tarde y regresaba cerca de las nueve. Mis padres comenzaban a sospechar que anduviese en algo raro. No es que creyeran que se metería en problemas de droga o delincuencia, sino que más bien, se trataba de aquella música juvenil contestataria, con sus letras modernas, las que podrían transformarse en el problema.

Que Miguel se reuniera con otros por los motivos que fueran ya revestía complicaciones, pues había una ley que impedía las reuniones sociales, tachándolas de conspiración. Sólo bastaba que algún vecino mal intencionado los denunciara por asociación terrorista para que fueran detenidos y confinados en los calabozos de la segunda comisaría de Montelar.
Los recreos en mi escuela eran amenizados con canciones como “Por qué los ricos” aludiendo a que éstos eran tan estúpidos como nosotros, los pobres, algo que me gustaba imaginar, pues nos nivelaba, al menos desde mi visión igualitaria de la infancia en dictadura. Cantar “La voz de los ochenta” era peligroso, algunos adultos veían su letra como una consigna política en contra del régimen militar. En todo momento estábamos conscientes de que jugábamos con fuegos musicales que de a poco se transformaban en himnos populares.

Así fueron pasando los días, podíamos sentir la efervescencia y creíamos que algo importante sucedería en nuestras vidas. Algunos adultos también se entusiasmaban con el arribo del “trío de San Miguel”, comentando en las calles las características de los sanmiguelinos, sus problemas para actuar y lo cerca que estaban de que los hicieran desaparecer, sin duda eran los más osados en Chile. Estos temas dejaban por momentos en el segundo plano los padecimientos económicos de los habitantes del balneario a causa de las malas administraciones.

La fecha del único concierto que darían en Montelar se acortaba, sólo restaban tres semanas para el 28 de agosto y el ánimo crecía. Mi hermano cantaba todos los días las canciones de moda “Maldito sudaca” y “Pa pa pa”. Sin embargo, le habían restringido las salidas, pero le daba lo mismo, pues Rodrigo Tapia había prestado los LP a la radio “Paraíso FM” y todo el día intercalaban diversos temas musicales. Se hicieron algunos programas especiales que escuchábamos pegados a la radio Hitachi que nuestro padre había comprado recientemente en la “Casa Taboada” de Valdivia.

Lamentablemente, una noticia llegó a poner en entredicho todo el entusiasmo y la ensoñación. Comunicaron por la misma emisora que estaba programada la visita ilustre del General Augusto Pinochet Ugarte, que por vez primera se dignaría a pisar nuestro suelo. El arribo estaba preparado para el día de la Asunción de la Virgen María, el 15 de agosto.
Bastó esta noticia y la inminencia de la llegada de Pinochet, para que las personas se trastornaran. Un clima de miedo y desazón reinó en gran parte de los ciudadanos, mientras tanto otro sector de la población estaba contento de que su excelencia visitara un pueblo repleto de comunistas que aún era necesario encerrar y hacer desaparecer.
A mi hermano le prohibieron completamente las visitas a la casa de Rodrigo Tapia. Miguel obedeció como se esperaba que lo hiciera; como se suponía debíamos hacer todos. La voz de los ochenta sonaba muy bien en “Los Prisioneros”, pero era peligrosa para los que no teníamos voz.
Total -se consolaba Miguel- había logrado grabar varios cassettes en la Hitachi con las canciones más conocidas y con el inconfundible agregado en off Radio Paraíso FM”
El 15 de agosto fue feriado y el sol ardía como pocas veces en el cielo azul montañoso del pueblo, de pronto fuimos sobresaltados por un sonido que estremeció el cimiento de nuestra casa y quebró algunos vidrios. Huimos al patio e inmediatamente miramos al espacio del que provenía aquel derrumbe cataclísmico y pudimos ver perderse con asombrosa velocidad los Mirage del Ejército de Chile, esta conmoción sonora se encargaba de anunciarnos abruptamente la presencia del General en el pueblo.
Más tarde salimos a la calle en familia, los vecinos hacían lo mismo, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Estaba por presentarse su excelencia en el frontis del municipio y era mejor ser visto en sociedad para evitar posibles malos entendidos. Jamás vi tal muchedumbre reunida para un discurso, ni siquiera en “La semana de las rosas” en el aniversario del pueblo.

El público presente o al menos quienes nos rodeaban, mostraban una sonrisa fingida. Tras esa careta estaba el miedo de ser observados por un contingente armado que pobló las calles aledañas. El horror llegaba a instaurarse al pueblo.

El discurso fue extenso, estridente, repleto de vítores sin entusiasmo, hasta que el generalísimo habló del grupo de pelientos santiaguinos “Los Prisioneros” y de que ojalá, las autoridades locales se opusieran a su presentación, que ellos no lo podían prohibir, pero que el alcalde sí podía tomar cartas en el asunto, aquellos jóvenes se decían músicos, pero en realidad eran agitadores sociales que nada debían hacer en un pueblo tan hermoso como Montelar. Con Miguel nos miramos y supimos que todo se había estropeado.

Esa misma tarde expulsaron a Rodrigo del pueblo, luego de allanarle la habitación encontrando una buena cantidad de cassettes y Lp del grupo que ahora estaba vedado para todos. La radio dejó de tocar música de “Los Prisioneros” y en el colegio endurecieron los castigos para quienes se creyeran Jorge Gozalez, Claudio Narea o Miguel Tapia.
Los Prisioneros” no pudieron presentarse en Valdivia, Osorno y Montelar, sólo Puerto Montt los recibió, pero sólo para finalizar en una gresca monumental en el preciso momento en que era interpretado por unos 1500 asistentes el coro de “La voz de los ‘80”

Ya viene… la fuerza… la voz de los ochenta… Ya viene… la fuerza… la voz de los ochenta

2 comentarios:

  1. Yo siempre he dicho, hay dos tipos de dictadura: las que no dejan que grupos como Los Prisioneros vean la luz del día, y las otras que les dejan tocar, pero con ciertas restricciones.
    Buen aporte este cuento, siempre he creído que las letras de los sanmiguelinos dan para muchos más relatos.

    Saludos

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  2. El miedo y la paranoia son los mejores métodos de control. Una lastima por el cuento, demuestra que la frase anterior es muy cierta.

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