sábado, 22 de septiembre de 2012

Los Prisioneros en el Festival de la canción de Viña del Mar

Autor: Emiliano Navarrete
Categoría: Azul Eléctrico

La Irreverencia de Los Prisioneros coronó el Festival del Rock Latino en Viña
Publicado en la primera semana de marzo de 1987, Fortín Mapocho.

Tras una exitosa gira por al menos una veintena de ciudades de Chile en gimnasios, estadios, sedes sociales y las quince mil cartas enviadas a las oficinas centrales de Televisión Nacional en el barrio Bellavista de Providencia, el recién asumido director del festival Eduardo Ravani da el visto bueno a la presencia de Los Prisioneros en la XXVIII versión del Festival de Viña, pese al explícito rechazo manifestado por el ministro del interior del gobierno militar.


Era una noche tensa, la gente esperó con antorchas encendidas hasta las dos de la madrugada para escuchar al trío de chicos rockeros de la comuna de San Miguel. Antonio Vodanovic da una fría y escueta presentación, retirándose al Hotel O'Higgins a descansar de las seis agitadas noches del festival. Silenciosos, Jorge González, el polémico vocalista y bajista junto a sus mejores amigos, Claudio Narea en guitarra y Miguel Tapia en batería, además de la presencia de dos músicos invitados en percusión electrónica y teclados finalizaron la jornada del Festival que tuvo la presencia de Upa!, Cinema y Soda Stereo.

Tres acordes de la canción “Brigada de negro” en guitarra bastaron para que la platea se vaciara en dos tercios de su capacidad y la gente se agolpara cerro abajo hacia los asientos desocupados, mientras que los más jóvenes bajaban del Cerro Siete Hermanas de la hermosa Quinta Vergara, carabineros no interviene por la excesiva presencia de observadores de derechos humanos como Amnesty International, la Vicaría de la Solidaridad y Human Right Watch, mientras que voluntarios de la Cruz Roja atienden a despavoridas jovencitas exaltadas y desmayadas por los jeans ajustados y la actitud ruda de Los Prisioneros.

Con la frase “parece que su excelencia, el que se hace llamar presidente de la república, no está en su habitual atalaya” y continúa sonriendo “llegó el tiempo de que la alegría reine entre los chilenos. Esta canción se llama 'Eve Evelyn'”. El público alborotado comienza a gritar insistentemente "la gaviota", que ya fue concedida a José Luis “Puma” Rodríguez. A cada cambio de canción Jorge González decía frases irrespetuosas e irreverentes tales como “prefiero protestar antes que aceptar esta realidad tan charcha”, “mientras miraban el cometa Halley este gobierno coerciona impunemente, con puños y garrotes de hierro en las narices de Amnistía Internacional” y el que exasperó a los ingenieros de sonido de Televisión Nacional “¿cuándo tendremos elecciones libres de verdad, con vocales de mesa, registros electorales y todo?”.

Cada vez que terminaban una frase fuerte cantaban rápidamente canciones tiernas y de desamor como “Paramar”, “Mentalidad televisiva”, “Por favor” y “Estar solo”. Algo le susurra un tramoya a Claudio Narea, se ofusca, gesto inusual en él, toma el micrófono, sonríe en forma hipócrita y le dice al público “no hay satélite ni señal de Televisión Nacional, parece que no les gustó al guatón Ravani que hablemos, así que mejor cantemos para los amigos de la Cooperativa y el monstruo”, de inmediato suenan sintetizadores y teclados tocando la canción “Muevan las industrias”, el público juvenil y familias vestidas con las más taquilleras tenidas de ropa americana cantan a todo pulmón este nuevo himno a la permanente cesantía que se vive en Chile. Toman una pausa de dos minutos para escuchar al monstruo decir “gaviota, gaviota” y “Prisioneros, Prisioneros”, la alcaldesa se ruboriza con espanto, no acepta ceder a estos jovencitos rebeldes. González en forma breve dice “este es de nuestro nuevo cassette Pateando Piedras, y lo pueden pillar piratea'o y esto se llama “Exijo ser un héroe”, para el Innombrable”. Los gritos se intensifican, el público baila con vaivén y peinados estrafalarios, los observadores de derechos humanos están atentos ante algunas rayos láser rojos que apuntan a los artistas, logrando identificar la posición de algunos cenetas desprevenidos. Al final de la redacción de esta columna aún se desconoce el paradero de dichos efectivos de Inteligencia.

Cada vez que terminaban una canción el mostruo exigía la Gaviota, estatuilla que sólo los ganadores de las competencias folklóricas e internacionales pueden poseer, la alcaldesa se cae de espanto, abanicándose para disimular el estupor. Miguel Tapia marca los tiempos con las baquetas y tocan “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”, modificando la letra en la parte que dicen “Ronald Reagan” por “Margaret Tatcher”, seguido de “¿Por qué no se van?”, “Quieren dinero” y finalizando con “Sexo”. El público enfurecido insiste con la Gaviota, y después de 50 minutos de tensión, donde Jorge González sonríe nerviosamente, Narea mira distraído los equipos musicales y Tapia intenta tomar agua sin éxito alguno por sus nervios, finalmente reciben la merecida gaviota de manos de un ayudante de amplificación; el público en éxtasis corea “se lo merecen, se lo merecen, larala lala, lala, lalá” una y otra vez. La transmisión de radio Cooperativa es defectuosa, pero lograron emitir a todos los rincones de Chile dicho hito dentro de la historia del rock chileno, coronando así el año del rock latino en el Festival de Viña.

En agradecimiento a la alcaldesa y al público tocaron tres temas, “El baile de los que sobran”, “No necesitamos banderas”, una improvisación sonora con instrumentos electrónicos, que luego Tapia aclaró a redacción de Fortín Mapocho que se trataba de “La estamos pasando muy mal” de su siguiente cassette, terminando con “La voz de los 80”. Un verdadero hito para el rock nacional de estos irreverentes artistas de los barrios marginales del Gran Santiago. Ahora están de gira por Perú, Ecuador y Colombia promocionando su disco “Pateando Piedras”.

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