miércoles, 4 de enero de 2012

Las palabras ajenas

Autor: Samir Muñoz
Categoría: Mashups

Hubo un tiempo que fue hermoso, que fui libre de verdad, en que podía hablar con mis palabras, ahora creo que nunca he podido, desconozco nuevas palabras y las que conozco no son mías. Tengo que aprender a fingir más, y pilotear lo que pienso, lo sé, pero que difícil es hacer lo que uno sabe, prefiero hacer lo que otros hacen.
Es que todo comenzó un día que no podré olvidar, que en verdad sucedió, por que lo que sucede es solo lo que deja consecuencias. Y luego de eso ya no fui el mismo, antes de eso nada había sucedido.

O te preparamos a morir en las fronteras, o esperas en tu cuarto la tercera guerra, esa guerra que ya teníamos encima y de la que no pude escapar. Nunca creímos que en el fin del mundo podía llegar un conflicto mundial, tal vez alguna caída económica, un duro golpe para la bolsa de comercio, algo por el estilo. Pero las ciudades quemadas, las cenizas en el aire y los gritos de dolor solo eran materia de películas y documentales extranjeros. Acá no pasan esas cosas. Hasta que no te pase a vos, no vas a entender, siempre así, tan egoísta, o algo por el estilo me decía Julián cuando llegó huyendo desde Buenos Aires. Esperaba que la cordillera lo salvara de la guerra, encontrar una esposa chilena y olvidarse de todo eso que ahora vuela en al aire. Suena extraño refugiarse en el país de terremotos, volcanes, inundaciones y maremotos, pero bueno, así era el mundo antes, no había nada más seguro que un lugar olvidado. Nosotros mismo atraíamos el conflicto, construimos la idea de que este es el tiempo de grandes confusiones pero también de grandes posibilidades, Chile el país sin frontera, donde todo es posible. Julián creyó que podía ser cierto. Cuando atacaron Concepción él trabajaba en el puerto, no sé que más decirte, ya sabes que comenzó allí, fue de los primeros en morir ahogado por las olas que nos habían enviado.

Santiago fue aislado, la cabeza a la deriva no tenía como defenderse. Desde la caída de Valparaiso se esperaba el ataque, la gente se movía con más paz que nunca, sonreía, gastaba su dinero en diversión, cada día podía ser el último. La fecha elegida fue el once de Septiembre, querían ocupar la carga de destrucción y caos que el día siempre tuvo en la ciudad, el karma de la última metrópoli del fin del mundo. A las once treinta y un minutos comenzó el primer terremoto, acabando con las construcciones más antiguas. Luego ese tornado imposible, dejando su cicatriz a lo largo de lo que fue La Alameda. Cataclismos menores se ocuparon de la periferia. El Mapocho desbordado fue el golpe de gracias. La ciudad se hundía en sus propias debilidades, ese era el secreto.

Dudo que ayude en algo recordar, pero querida, entiéndeme, lo necesito. Tengo que contarte algo, veo cosas que no están acá, veo los rostros de Julián, de Mara, de los niños que cruzaban la calle al colegio. A veces no veo rostros, escucho las risas o su comentarios, más cerca, mucho más cerca que tu voz. A veces no escucho ni veo nada. Estamos los dos en la oscuridad, querida. No sé por qué ahora te digo querida, si era Julián quien te quería. Yo al menos te necesito, y eso es lo que te tiene que importar.

Algunas noches celebro la muerte de Julián, de Concepción, de este mundo que no iba a ninguna parte. A veces te imagino toda regalando el olor de tu piel, tus besos, tu sonrisa eterna, lo que vino luego del reencuentro en el aeropuerto. La otra semana tú ibas a viajar también, ¿te acuerdas?, por eso llegué al tiro a tu casa cuando supe que estábamos dentro de la guerra. Y luego vinieron los ataques a Santiago, a Iquique, Coquimbo, Valdivia, Punta Arenas, y la lista de ciudades que ya nadie quiere volver a nombrar. Por su potencial económico, por ser un centro religioso, por ser la capital, porque podría sobrevivir alguien y ganarnos la guerra, tantas cosas se escucharon para justificar terremotos, aludes y hasta ese tornado que acá decían que era imposible. Pero fin de cuentas no sobrevivió nadie, ni ellos mismos. Unos pocos que a veces nos encontramos entre los escombros e inclinamos el rostro, como diciendo yo solo soy un pedazo de tierra, no me confunda señor por favor, como diciendo ojalá no nos volvamos a ver. Sé que a veces te gustaría que otro te hablara querida, pero también sabes que el miedo, los contagios, que un grupo de más de cinco se puede ver a la distancia y capaz que vuelva a temblar. Y ni tú ni yo queremos que vuelva a temblar.

***

Santiago es una montón de ceniza y llanto. El río lleva su tono café infectado del rojo sangre, lleva gritos y recién nacidos. La cordillera se levanta ante un cadáver, en el cerro San Cristóbal cae un cono negro, liso, con único brillo metálico de la guerra, que se entierra donde alguna vez estuvo la virgen. La muerte comienza a ser inoculada en el territorio, poco a poco la radiación se extiende por los tuneles que alguna vez conectaron la ciudad, es un cancer repartido por los últimos latidos de Santiago.

***

No lo sé, querida, no sé la respuesta a tu silencio. Abrázame un minuto aunque sea, levanta tus brazos, abre tus ojos. No toques mi espalda, por favor, que aún duele y quema. Hablaré de Julián, está bien, de sus huesos perdidos en el mar, de tantas cosas perdidas en el mar. ¿Recuerdas las protestas de Magallanes? Dicen que ellos sobrevivieron al terremoto, a las tormentas de nieve. Debe ser la última ciudad del mundo, tan lejos. No querida, no te podría llevar sobre mis hombros, no me mires con tus pupilas vacías. Cuando todos hablaban del gas, y no por explosiones ni asfixias, nada de cañerías rotas. Sí, el gas se usaba para cocinar, para calentar el agua, tranquila, te haré un té, me queda leña para el agua caliente. No te quejes, tengo que hervir el agua, no te dejaría tomar del Mapocho aunque no estuviera contaminado. Tenemos este goteo, no voy a salir a buscar agua a los edificios en pie, sabes que están esos ruidos que salen de las tiendas, atraviesan a la gente y le mueven los pies, y tú ya sabes lo que pasa cuando nos mueven los pies. Aprendimos la lección, corre, ocúltate en el marco de una puerta, si es que encuentras una puerta y ruega a cuatro o más dioses por sobrevivir.

No tiene sentido decir gracias a la vida, que me ha dado tanto, que me ha dado risa y me ha dado llanto, ya no tiene sentido porque tú no sonríes y yo no tengo llanto, me he secado, mejor déjame hablar y tú escucha hasta que vuelvan tiempos mejores, como vuelve la vida para que le demos las gracias. Voy a encender la televisión. Es un milagro que haya encontrado esa máquina que me permite mover las piernas y hacer luz. Encendamos la televisión y escuchemos el ruido espacial, para no sentirnos tan solos, como en los viejos tiempos, cuando tenía mis propias palabras, cuando no me habitaba el recuerdo de las voces de otros, cuando tú respirabas y yo no me atrevía a decir que te necesitaba aunque sabía que te ibas a ir con Julián. Viste, lo nombré y ya pareces como viva. Sé que no me quieres, que estás conmigo solo porque te mantengo viva. Ya no tengo dinero, sólo soy yo que ya no soy yo, pero sigo siendo el mismo. Y tú no me amas, no me hablas, no me abrazas, no respiras. Estamos todos perdidos.

***

Llegamos a la ciudad, los escombros. Sobrevolamos lo que fue Santiago, misión de rescate y reconocimiento. Desde el helicóptero alumbramos las calles, buscamos alguna mancha rojiza en el radar. Azul, verde, frio, oscuridad. Encontramos un poco de calor, mandamos un navegador y este nos muestra un hombre llorando y abrazando a su mujer. Acercamos el visor, entonces nos ve y escuchamos su grito. Estamos todos perdidos. Y esas cosas salen de su espalda y ya nos hemos resignado. Disparamos.  

5 comentarios:

  1. Excelente! buenas referencias a canciones, siempre quise ver algún producto apocalíptico que usara ese verso tan pegajoso de calibraciones.
    De hecho toda la canción da para un documental de la Guerra fría, en fin.
    Gran Trabajo Samir, me gustó comos muestras la perdida de identidad y de fuerza vital ante catástrofes tan traumaticas. En diciembre de este año dejará de ser ficción...
    Saludos desde el Fin del mundo, occidental de segunda mano (lo digo en buena XD)

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  2. Excelente relato, no me había percatado de las referencias musicales si no fuera por Alexis y la letra de una de las canciones de violeta parra. Por lo que, un poco a Psyque en su forma de usar las canciones para la narración.... en fin espero que estes bien saludos

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  3. esperen, tengo uno mejor:
    Saludos desde el fin del mundo a la Ciudad de la Furia, Samir de Buenos Aires.

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  4. Bonito trabajo, no solo por las citas musicales sino también por esas referencias no se si apropósito o por casualidad a las crónicas de la segunda guerra mundial, me recordó a varias sobre Stalingrado.

    Y finalmente esa sensación extranjera, en fin un rico embutido.

    Saludos!

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