miércoles, 10 de julio de 2013

Primer día


Autor: Gonzalo Fernández
Categoría: Hechicería 

Veintisiete años de entrenamiento, ¿Para ésto?...” Era el pensamiento que tenía mientras mi tía, Rayen Millacura, echaba un líquido por toda una cuadra de Boca sur. El objetivo de ello era que nadie se acercará al lugar y no arriesgar la vida de muchas personas. Yo no entendía lo que quería decir con ello ni menos aún cuando me dijo que me trajera mi lanza, la cual en ese momento estaba envuelta en su funda, de forma que pudiera sacarla cuando el momento lo estime conveniente y ninguna persona se alarmara por ella. Sin embargo, nada de lo que había aprendido en mis entrenamientos y enseñanza escolares, me prepararía para lo que iba ocurrir.


Anaganamón, prepárate para lo desconocido – Me decía mi tía cuando intentaba sacar información sobre la razón del porqué estábamos en ese lugar, en frente de un jardín infantil y una estación de bomberos. Las mismas palabras que me decía mi maestro, Miguel, cuando realizamos practicas de combate.

Nunca puede entender esos entrenamientos ni la razón de ello. Sólo tenía que soportarlos. Soportar estar días con enormes troncos en la espalda, estar hora bañándose completamente desnudo en medio de una cascada, aprender utilizar distintas armas tanto tradicionales como los revolver modernos, como también la forma contrarrestar un ataque de ellas, y tantas otras cosas que fortalecer mi mente, cuerpo e espíritu para proteger y defender, pero nada de eso me aclaraba mis dudas. “Eso se verá en la practica. A veces las cosas hay que vivirlas para poder creer en ellas”, decía muy alegremente mi maestro. Luego, pegarme con un palo para que siguiera entrenando y no perdiera el tiempo.

Mientras esperábamos lo que se iba a venir, mi tía se sentó en la acera y se puso a tomar un mate, sirviéndose agua de un termo que trajo consigo en su cartera donde se encontraba una rama de canelo y su kultrún. Por mi parte, me mantenía algo alerta a cualquier eventualidad... Bueno la típica que uno puede encontrar en una población algo pobre y en que cualquier extraño parezca una amenaza. Después de todo para eso fui entrenado... aunque... Podía sentir una tensión en el aire. Sabía que algo iba ocurrir pronto y más aún lo sabía los zorzales, gatos y perros del lugar, incluso los niños del jardín estaba algo nerviosos, mientras las parvularias se extrañarán de que ellos no jugarán o reían como era normal.

Cuando ya no podía soportar el aburrimiento y mi tía se terminaba de tomar su mate, una niebla negra apareció de repente. Comprendí de inmediato al ver la cara de mi tía, de que era lo que estábamos esperando. La extraña niebla comenzaba a tomar la forma de un especie de criatura con partes mecánicas y robóticas, con la apariencia de un perro, pero no cualquier perro, sino de aquel que me aterrorizaba con sus ladridos y sus ojos amarillos inyectados de furia, cada vez que pasaba por ese fundo para llegar a mi casa, durante mi infancia.

– ¡Reacciona Anaganamón! – me gritó mí tía y bloqueé a tiempo las zarpas metálicas del extraño ser, con la lanza desenfunda en mi mano.

En ese momento recordé las palabras Miguel: “Trepelaimidzuam, vigilarse a si mismo. Siempre recuerdalo, Anaganamón” y pude entender eso y todo lo que he aprendido, mientras me enfrentaba a la monstruosidad y mi tía Rayen, se paró para recitaba un cántico al compás de su kultrún, que al tocarlo con la rama del canelo, hacía aparecer una especie de aura alrededor de ella y el instrumento.

La criatura parecía ser afectado por los cánticos de mi tía e intentaba atacarla, pero yo me ponía delante de ella y detenerla. En un momento pudo lastimarme con sus zarpas parte de mi brazo derecho, pero no fue nada grabe, y pude clavarle mi lanza mientras, su sangre azul y viscosas me manchaba y se derramaba en el cemento. Podía percibir como los niños gritaba del miedo, mientras las parvularias no reaccionaba. Pero en un momento, noté que la criatura perdía consistencia mientras lo retenía con todas mis fuerzas.

¡No, no quiero regresar al interior de Ngen- Wekufe! El Vacío que contiene... – fue lo único que dijo el extraño ser, mientras desaparecía en el aire.

Cuando todo terminó, mi tía estuvo apunto de caerse pero la pude agarrar a tiempo. Se notaba que estaba agotada por todo el esfuerzo realizado. Un esfuerzo que iba más allá del mero desgaste físico.

– Tía Rayen, ¿se encuentra bien? – le dije, mientras intentaba pararla
– Sí hijo, me encuentro bien, sólo estoy algo cansada. Resultó un ser un bicho muy terco – respondió sonriendo.
– Hablando de eso, ¿qué era esa cosa?
– Se llama Wekufe, seres sin forma que a partir de los miedos de las personas pueden crear sus cuerpos.
– ¿Por eso adquirió la forma de la apariencia del perro que me atormentaba en Temuco?
– Exacto, y además también incorporó los miedos de los niños del jardín infantil. Algunos niños tienen miedo a los robots...
– ¿Entonces son malignos?
– No son ni buenos ni malos. Piénsalo como una fuerza de la naturaleza.
–No lo comprendo, si son malignos, ¿no debemos exterminarlos?
– ¡Je, je, je! – rió mientras se soltaba de mí y me miraba a los ojos, como imponiendo su carácter –. Si ese es el caso, ¿no deberíamos exterminar a los pumas, por ser animales que nos pueden matar? – dijo, dejándome en silencio con la respuesta.
– Todos formamos parte de un organismo... tienes mucho que aprender Anaganamón – dicho eso, no le pregunté qué es un “Ngen-Wekufe” y me quedé callado. Luego me dijo que ya habría oportunidad para ello y de aprender más.

Una vez que nos fuimos, un grupo de niños del jardín salieron y se despidieron de nosotros, alzando sus manos y gritando alegremente. Nada mal para ser mi primer día, como guarda espalda de una machi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Siéntase libre de opinar, sugerir y criticar. Sólo pedimos no usar groserías y evitar faltas ortográficas.